jueves, 27 de diciembre de 2012


Haendel

Como Israel en Egipto, así como Israel padeció su esclavitud en Egipto, la villa padece la suya, esa a la que la somete el mundo del poder y la justicia social. 
Acostumbrado el esclavo a servir y sufrir sin sentir. Acostumbrada la servidumbre a la lenta penuria  cotidiana no hace caso al sufrimiento ni al servicio, simplemente, sirve. 
Como si no pasara nada sirve el esclavo. También hace como si no pasase nada y cumple el amo con la ley;  paga  y lo hace para que todo lo negro que es cada vez mas negro devenga en blanco, blanqueado como los troncos y cordones de las plazas de pueblo. 
Todos contentos porque sigue en pie la farsa de una puesta en escena que ya no resiste. 
El mito de la justicia social se quiebra, no resiste. Son los tiempos de la claridad en la evidencia, del fin de los discursos todos 

Satu cuo; resta el amo contento, ciego el esclavo confía en la paga, controla el estado más que satisfecho y metido en su sórdido disfraz, persiste.

Satisfechos todos ?, si, hasta que al esclavo le queman los pies de tanta confianza, entonces sale en piquete a violarlo todo. No hay concha dorada que se resista al porongazo villero cuando le queman las patas.

mientras tanto soporta. Será por eso que cuando llueve no se moja, cuando tropieza no se dobla, cuando le duele no hay gemido, cuando la tierra tiembla no lo nota, cuando muere no muere.
Sí, debe ser por eso que los estragos de la naturaleza parecieran no alcanzarle;
Pueblo elegido el de la Santa, debe ser eso, eso del saber de otra espera que tendrá por fin su recompensa

Cosa de casa aparte, tiempo de conchas

En la villa las cosas son muy distintas a las cosas de la civilidad. 
La villa es casa aparte que tiene su propio piso, su propio techo, su propio sonido. En vez de hedor ahora tiene olor, en lugar de ruido ahora tiene sonido.
Sonido de cucú y de ruiseñor, sonido de despertar entre sábanas de lavanda. 
Es cierto, la villa de Doña Santa  pareciera ser otro planeta, uno de un mundo antes del pecado capital (el Capital) y Doña Santa la disfruta como niña al mar

La Santa Villera en las noches de luna llena y desvelo alienta el canto del ruiseñor con su propio canto al lamento. Convoca el canto a mujeres en la noche de brujas. Concha es cobijo que no le hace lugar a la ausencia:
Tiende desnudo el lamento sobre la piedra del Patio. Desnuda como prenda de ofertorio eleva su cuerpo hasta la altura de la primer estrella y desde allí lo guarda todo en un tabernáculo de conchas marinas bordadas a mano y el canto del cucú y del ruiseñor le sirven de llave al lienzo.
Otro planeta es el de la santa villa dentro del planeta tierra, uno que gira en una órbita propia, expropiada. Tiene música y esa música suena incesante como murmullo de río que se cuela entre ramas mostrando la eternidad

__ eso es música, dice la doña,  cuando estos se dejen de joder con tanta cumbia van a saber lo que es bueno.
Eso le dice al general mientras toman su tetra obligado de la tarde y escuchan, sin saberlo, un "Israel en Egipto" que trae el viento y que los astros cantan a coro, Cada día, al atardecer, junto al tetra, Doña Santa y el General.

querubines, se dice de

esos chicos de la villa que andan todo el día hinchando las pelotas alrededor de la Casa, esos a los que se les pega de todo a la piel sudada. Y claro, de tanto y tanto Israel al jardín que les trae el viento, se les pegó también el canto astral a la piel de la Espera y ahora los sudados querubines son la esperanza.

Canta que te canta están los querubines con su Israel a la Santa por el jardín privado de atrás, a la tarde, el Israel en Egipto, a  la Santa con su General, le cantan sudados querubines.
                                                                                
__cuando estos críos sean grande,,, dice el general a la santa, mientras saborea su blanco abocado. Ella no dice nada porque está atenta al canto, sabe que esos son los signos mayores a los que debe estar atenta. Signos de venida, de partida
__la espera no ha de ser en vano, dice a su general que bebe

De la historia sucesiva   

En esa parte del planeta llamada villa santa, el canto piccolo del villero se ha ido acoplando cada noche al canto grave de astros y agudo de querubines. En el acople se ha ido construyendo un muro de notas y melodías en dónde no hace falta el voltaje, una nueva raíz para un mundo viejo a punto de acabar.

La raíz de la villa es arte, a no dudarlo, la villa es Arte que le mueve los cimientos de hormigón a la civilidad.

Se escuche el canto del pibe villero, del pibe incendiario, de las madres del paco, de los hijos de las putas madres del paco.  Suena el canto a coro de las madres con sus hijos, suena el canto silbado de los padres que han estado durmiendo por años un infame sueño.
De los padres borrachos, de la mugre de esos pobres padres nace más y más canto, es el canto universal transfigurado de la santa madre natura.


Se mese la villa como enorme nave en mar sereno de agua dulce. Todos creen que no es mar ni es sereno, todos creen que es viento, tormenta, guerra de guerrilla ese mecer, pero no, si ha de llegar, si ha de partir, si se ha de partir en dos al vetusto mundo civilizado de una vez por todas,  deberá ser como el mecer de nave en mar sereno, con  canto y mar sereno, para que nada se pierda y todo se transforme. 

No hay sobresalto ni alertas en la nave y nadie deja de cantar por temor a que el silencio haga que cese el movimiento.   
E la nave Va... 

   

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