Ese
Todos es la suma de Ese Uno
Si es así como dice el sagrado mandato que la suma de cada uno hace a la utopía del
“Ese Todos”, no habrá consumación de la utopía si antes no se hace
efectiva la contemplación detenida y pasional del “Ese Uno”.
La santa deberá pues estar dispuesta a
afrontar los riesgos de semejante desafío, el más grande, el más difícil. La
Santa lo siente y está dispuesta a emprender el postrer camino, la villa ya no
admite discurso ni voto ni dádiva.
“ sabré otra vez por dónde empezar”, dijo
El severo resplandor de lo Real no duele,
mata
Desnuda, mas que desnuda despojada, trepa
con uñas y rodillas por barrancosas y achatadas laderas. No hace otra cosa más
que bordear el chozerío. Ambula por chatas e infinitas de interminables que
son, calles totales.
Escindida del resto, encendida en paco, la
santa va. Todo huele a carbón y agua caliente. Con el mayor de los descuidos se
le ofrece un todo en lo alto de cada charco
La Villa; en alto el ofertorio, en lo bajo
de los más bajo. De abajo se eleva el humo al cielo como señal de alerta suprema
que dice que allí nadie ha entrado.
Y la santa va con la montaña de sus
pensamientos reflejados en un charco.
Dónde está todo eso que ella ha diseñado, todo lo que ella ha sembrado,
dónde el general y su uniforme de fajina, acaso ha muerto el desdichado ?
Quién sabe todo este tiempo no haya sido otra
cosa más que tiempo de deseo, una ilusión.
A dónde la gallina, el tomate, a dónde los
custodios de las fronteras, adónde el muro, adónde el forro y el vodka, adónde
la santa villa con sus Ex.
Todo, absolutamente todo es lápida sin recordatorio.
Piensa en la palabra cuidado y se da cuenta
de que las luces de la civilidad se han ido apagando. Desesperada de una espera
de la que quizás no haya vuelta, larga su grito bestial
__¡no existo¡,
__me he dado cuenta de que NO EXISTO¡¡
grita, una y otra vez .
Trepa, llega y entra sin que el villero en su
alcoba advertida su presencia, nadie da cuenta allí de una presencia.
Llega, camina,
pasa y repasa cada pasillo que en su anchura no llega al metro. A un lado y al
otro, por todas partes se le ofrecen tentadoras máscaras que ella rechaza una a una, prefiere esta vez las entradas oscuras a esas casas que no son nada, las entradas
incrustadas en esa nada, prefiere esa nada sin salida
Huecos hondos junto a otros huecos,
cenagosos, repletos de olores, de trapo sucio y ceniza mojada; la villa:
De cartontabla la puerta, de plastichapa la pared y el discurso. Adentro
hirviendo lento esta un caldo espeso.
No parece haber qué comer ni apetito, solo unas cáscaras secas de algún fruto
Al final, en lo profundo, apenas
alumbrado por algún relámpago de luz que se cuelga y llega por las mil rendijas
repletas de ojos, allí en lo más profundo está la gente, está la villa.
__”en lo más profundo de mi corazón están
ustedes y mi voluntad de …..bla, bla, bla ,,, recuerda la santa de un discurso de
candidatura. Por no humillarse ante el barro de un recuerdo se agacha y
entra
Mira y remira, sin que logre reconocer
a nadie, ni siquiera uno solo de esos rostros le es familiar, pero igual entra,
no teme. Entra y acomoda el culo sobre
una tabla encimada a un cajón, espera, espera qué¡, que se puede espera en un
lugar en donde se han acabado las palabras y los gestos, en donde todo es un solo resto de otro. Restos de
restos anteriores, muy anteriores, restos que quien sabe si alguna vez habrán
sido, y sobre esas catacumbas se han
montado habitaciones, interiores, espacios de la nada repletos de su gente que
huele a la nada de un despojo, a sudor ocre de zapatilla.
Sabe que se ha obligado a conocer a cada
uno para que así se cumpla la utopía. Porque ahora sabe y por saber casi se lamenta de
haberse separado del Convento y las hermanas, por ese loco berretin del hijo y
del saber.
Soberano, por fin triunfante emerge como el
humo de Aladino ese humo consumido y fugaz del paco; su majestad el humo de Ese
Paco, que se escapa y que se queda a la vez, que permanece desafiando no solo a
la santidad de todos los santos sino al mismo dios invisible de los templos de
la civilidad.
Todo es invisible a esos poros dilatados
del despojo, los únicos ojos posibles. No hay testigo allí que pueda dar cuenta
ni siquiera de una alucinación. Sencillamente no hay otro y si no lo hay no se
puede dar cuenta de lo que hay, no se puede señalar ni decir que eso es o no es, y la villa
justamente es eso
Esto son mis villeros ?¡, se pregunta la santa. Eso
son y por eso mueren vivos, y por eso viven muertos.
Allí no hay motivo alguno de vida, no son
las cosas allí como las concibió en su villa del discurso ni en el barrio
precario en donde echó raíces. Entonces la
santa vuelve a clamar una y otra vez
__no soy nada, no soy nada, NO EXISTO ¡
Eso dice, porque no sabe que una visión es
como un sueño, real pero de mentira (aunque a la larga, cuando termina el sueño
es real)
Eso dice, pero ella es ella, una
extranjera, una entrometida en esa villa, no por decisión sino por la necesidad, es una mas de las tantas
necesitadas que viene a buscar allí lo suyo, Porque para una sola cosa puede
entrar en ese lugar un extraño; para dar lo que sea, a cambio de
una bocanada del humo fugaz, y entrará tantas veces como sea posible porque ese
humo es por demás fugaz.
Eso no puede ser verdad, y si así fuera, no
existe otra verdad que lo contenga o que lo explique. Pero no importa, ella no es cualquier
extraño; entra y sale, va de una alcoba a la otra, se mueve sin dificultad y sin piedad, eso sí, procurando no pisar a nadie .
Ese Paco
Ese Uno
Se niega a toda transacción que no sea la que le asegure fundar algo que signifique luego algún
cambio.
Sabe que no se trata de una visión, entonces toma sus recaudos y
antes de darse cuenta de que sabe, comienza a sentir algo en el culo, siente
cómo el culo se le incrusta en la tabla húmeda, cómo el humo rojo de la
virulana encendida le quema lengua y boca y le llega a la garganta. Por fin siente que no es distinta. Cosa que seguramente le pasa a cualquier santa en el trance
de su canonización.
Antes de morir siente como por su piel también se le cuela
de la carne para afuera el olor ácido del paco y entonces no puede mas del
dolor.
Ha ingresado en el supremo momento del
sentir de santa que siente de verdad lo
que hay que sentir para poder gobernar.
Recién ahora estará preparada
__estoy metida en el pellejo del villero,
sé de qué se trata, le comenta a la Yoly su nuera que en ningún momento la abandona.
__me coseré la boca y la lengua por no
hablar. Mi gente no merece que ningún discurso la humille, dice mientras se
cose la boca con hilo dental.
Siente que una patrulla de muertos y de
muertas vienen por ella para matarla, siente que la persiguen, oye tiros,
disparos, salvas de tiros que no la alcanzan, entonces empieza a correr,
mientras corre y corre sin mover el culo de la tabla, siente que está huyendo y
que puede y que podría vivir toda su vida huyendo; ahora es villera de verdad. Siente
que puede porque finalmente llega al
terraplén casi al mismo tiempo que el último muerto dispara el último disparo de
su pistola reglamentaria. De allí arriba se lanza como por tobogán de circo barranca abajo hasta alcanzar
la meta deseada; el borde lodoso que separa la civilidad de la villa. Allí
queda, extenuada, completamente desnuda a
merced de la policía que la detiene, le agarra la cabeza y se la lleva en un
patrullero.
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