viernes, 7 de diciembre de 2012

DOÑA SANTA VILLERA (FRAGMENTO)


                                        
La jornada decisiva


A la maldad  obstinada de unos, solo puede contrarrestarla la  enérgica y delirante bondad de otros.
En la madrugada del lunes siguiente al domingo en que el general desaloja a los contras, se desató la ira de los contra con dimensiones verdaderamente (que es una palabra de énfasis muy francesa) verdaderamente demoníacas de mal paridas bajo la forma de un aluvión de fermentos y vómitos de tales proporciones que todos pensaron que se trataba de la erupción de un descomunal volcán villero que ascendía para volcarse. 
Efectivamente aquello fue una avalancha de podredumbre sin olas ni viento que apestaba .

A esa fuerza del mal Doña Santa no tarde un instante en anteponerle toda su sacrosanta fuerza del tiempo final,  del esperado tiempo de la transfiguración villera

El poder santo de la Madre Naturaleza que está por encima del poder de todos los dioses desata la noche del lunes una formidable tormenta de viento, lluvia y fango que a poco se torna en una apoteosis de centellas, agua líquida para limpiar, granizo y polvo para cegar y piedra helada para partir los cráneos al enemigo.
En medio de esa tormenta que la doña toma como señal y que  más bien parecía maldición del cielo contra la villa porque no quedó un cartón ni una chapa en pie, sale la Santa al Patio, embriaga su cuerpo de agua, desnuda su alma al rayo y clama al cielo con un rugido que muchos pensaron de loba herida. El rugido fue breve, luego casi muriendo, transfigurando, llena de luz vuelve la santa a su alcoba y exclama
__qué lo parió, hace un frío de la ostia. Con un toallón inmaculado que lleva las iniciales D S V  bordadas a mano por ella misma, seca su pelo

La tormenta, como se comprenderá, no dejó dormir a nadie en la villa en toda la noche porque el tormentón duró toda la noche y ambulaba el villerio con bolsas de residuos sobre la cabeza, de aquí para allá en busca de algún reparo.
Ella permaneció todo ese tiempo en su recinto como lo hubiera hecho cualquier otro santo en esas circunstancias, sin pegar un ojo.
Se mantuvo en vela con todo el velaje de su santerío encendido, como lo hace siempre en las vísperas de las grandes ocasiones.
Permanece allí, en su lugar, en su aposento, tendida sobre su lecho, pensando y pensando, con el aguacero martillándole los oídos y el odio de los contra lastimándole su almita de niña huérfana.
Así estuvo toda la noche; con esas ideas encendidas de siempre que alimentan todos sus pensamientos;  duraderos y fugaces, confusos y claros, rojos y negros, todo al mismo tiempo de ese su tiempo  sin tiempo, cosa que se parece tanto al delirio.

Por momentos se la ve con los ojos abiertos como los ojos de un avestruz, en tanto que  por ratos se duerme plácidamente con un sueño anciano, de a ratos ronca con un ronquido obeso, entrecortado o profundo  de hombre obeso. Por ratos cambia de posición de manera automática y se muestra inmóvil en posiciones extrañas como esas estatuas vivientes que se ven por ciertos espacios de la civilidad.__ Ella no ama la civilidad pero extraña esas cosas__ En otros momentos yace tendida en el suelo, al pie de la cama, y permanece inmóvil, catatónica,  con el leve movimiento del abdomen que le proporciona la respiración leve. Allí está como si fuese santón del  Tíbet, o con las manitos cruzadas sobre el pecho y la mirada elevada como santa de iglesia.
Asi está, rodeada de todo su santoral que pareciera hablarle con palabras invisibles de consuelo y que cobra vida con el tintineo de la luz de las incontables velas encendidas y humeantes. 
Todos ellos; santos, divos, beatos, muertos y vivos, ángeles y querubines, estatuillas y fotos que colman de bienaventuranza su alcoba, no parecen, sino que han cobrado vida de velada y la cuidan. 
Fueron ellos los únicos testigos ciegos sordos y mudos de todo ese acontecer durante todo el tiempo que duró la santa tormenta aliada de la Santa.

En tanto afuera el vendaval azota y una avalancha de barro y mugre arrasa con los desperdicios, el chaperío volado y el cartón estancado que se ha ido haciendo masacote. 
La inercia de la pendiente hace que todo eso chorree enlodado, cruce la autopista y avance hacia la civilidad. Poco a poco le va invadiendo  sus calles, sus patios, sus caños, sus corredores, sus escuelas, sus bancos, sus cercadas plazas, sus bibliotecas, hasta llegar a los estantes. 
El barrio  de la civilidad es barrial que empieza a desvelar a su gente alarmada. Lucha la civilidad por defenderse de la "invasión villera".

La naturaleza cumple sin cargos con la Alianza, la velada de la Santa no ha sido en vano, el pacto se está cumpliendo. Fue algo grandioso digno de contemplar, era como si el cielo estuviera empeñado en licuar la villa entera para sepultar con ello la  soberbia de la civilidad.

Contempla y medita, dialoga con la Madre Naturaleza sobre las términos del delirio. Presiente en esa Alianza  un luminoso tiempo que aguarda, allí nomás. Justifica los costos al ver que el resultado es celestial. Sale al gran patio y clama para sus adentros
__la verdadera maldad no está en otra parte, está en cada uno de todos los que somos parte de esa otra parte, por eso decreto que a partir de ahora todo en la villa está permitido,  cierra el paraguas y vuelve a entrar, más para no sucumbir en el abismo de lo todo permitido piensa en la ignorancia villera y en que sobre ella anida el germen de su propio mal, de su propia maldad, entonces vuelve a salir y proclama a viva voz
__ La codicia de los poderosos alimenta la ignorancia de los sometidos, pero CUIDADO¡¡¡... porque unos y otros somos causa de toda destrucción
Poco de  original hay en estos pensamientos pero mucho de esfuerzo para ser el producto de toda una noche en vela de pensamientos.

Finalmente mas que cansada, agotada, agobiada por los pensamientos que sumados son como el mismo vendaval, se desvanece, entra en trance, lo hace seguramente por no morir antes de haber alcanzado lo necesario y entonces llega:
Por fin el fruto santo del desvelo le llega __ fruto que nada tiene que ver con el de un Domingo de Gloria que es gloria de transfiguración, ni con el gusto por la morcilla que ha terminado de comer hace rato, ni con el cabecilla de los contra a quien muy bien conoce porque fue un aliado, ni con nada de todo eso que piensa y le consume la cabeza como paco al piberío __ Le llega, por fin le llega a la Santa el fruto:
La razón la enfrenta con esa realidad que es más devastadora que la propia muerte, mas delirante que todos sus pensamientos sobre lo vivido en todos sus años de vida.
La villa se ofrece soberana como única razón, y es desde esa razón de soledades adormecidas por la mugre que yacen a las espaldas de una civilidad que reluce en sus lejanas propias luces de neon,  que la Santa se pregunta desolada frente a la ventana
__será verdad que ayer hayamos vencido por haber desalojado a algunos¡?... se termina con una alianza la maldad que nos habita ¡?... ha triunfado el bien sobre el mal ¡?... será el bien una espera y el mal los hechos ¡?... NO ¡, no hemos vencido a nadie ni a nada por mas que el general esté convencido de que sí.
Es pura verdad, pero la pura verdad no apura los hechos ni los cambios. Aun está todo por hacer, no se ha hecho nada, la cólera y la fuerza de la naturaleza o de la casualidad no han hecho otra cosa más que demostrarlo.

__ Dios está enojado, es tiempo de que me incorpore a su eternidad
dice y ni ella misma comprende lo que abarca ese decir que no tiene nada de razón, ni una pizca de inteligencia, ni siquiera de santa señal. 
A la señora se le ha pasado el efecto. "Dios está enojado" dijo y corrió el velo de la ventana con el que oscurece la pieza. 

El trinar de los pájaros, el murmullo suave de las hojas rozándose como amantes húmedas, como enamoradas obstinadas, el cacareo de las gallinas ponedoras que son las que no se sacrifican a menos que cesen, el aroma de las claras flores de olor, los primeros rayos de sol jugando a brillar y esconderse, el resplandor del pasto mojado, y un intenso dolor de pansa la despiertan.

Se incorpora, se rasca los pelos sueltos, suelta un bostezo de caballo, descalza va hasta la ventana que da al jardincito privado del fondo, vuelve, procura encontrar sus trajinadas chancletas, acerca a un rayo de luz su planta niña de mariguana. Piensa;
__La lluvia ha cesado...Ya nunca nada ha de ser lo mismo que ayer…
Camina la santa hasta la cocina de la casa a prepararse su mate cocido con galleta y en su andar balbucea,  
__ hoy no, porque estoy muy cansada y debe haber un barro de la ostia, pero mañana caminaré la villa entera, haré aposento en cada alcoba y cuando haya concluido sabré otra vez por dónde empezar.

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