para ahorrarme taxi y taxista, en plaza de mayo tomé el subte.
apretujado contra otros pasajeros que por las apariencias bien podrían ser taxistas, llegué en un abrir y cerrar de ojos.
como era temprano comí un sanwiche de vacío recalentado en un puesto callejero de esos que hay por retiro.
el resto del tiempo hasta que salió el micro lo pasé sentado en un banco de la terminal de ómnibus viendo gente ir, venir, pasar, quedarse.
no quise ponerme a pensar hacia donde iba y venía tanta gente porque me pareció demasiado pesado volver a empezar con lo mismo de la madrugada, además estaba de buen humor y no quería sumergirme en un dejà vu, así que me puse a charlar con un limosnero al que le faltaba una pierna, al hombre parecía que le gustaba hablar y me contó al pasar que había combatido en malvinas, era ex combatiente de malvinas, no quise hablar del tema, no quería entrar en temas de dolor.
le pregunté si se alimentaba bien, si tenía en dónde dormir, si de vez en cuando se juntaba con otros a jugar al truco, me animé a preguntarle si vivía en alguna otra parte que no fuera la terminal, boludeces.
no quería dar tiempo a que me contara como había perdido la pierna, intuí que había sido en la guerra, y como ya dije no quería escuchar nada que tuviera que ver con la guerra. como el hombre tenía sentido del humor contestaba mis bobas preguntas con gracia, era ocurrente y me hacía reír.
no quería escuchar nada de la guerra, estaba saturado de tantos decires sobre el tema en ese tiempo en que los discursos parecían instigar a otra contienda, haciendo caso omiso del dolor que causa la zozobra en la gente, el no saber que puede llegar a pasar después de alguna declaración o discurso.
eran tiempos de muchos discursos.
trasudan todavía las cicatrices de esa puta guerra en nosotros, como la europa central trasuda entera en su arte cicatrices de esa otra puta guerra a pesar de que concluyó hace casi tres cuartos de siglo.
no, no quise saber nada de hablar de la guerra, eso no quiere decir que quiera desconocer u olvidar o que piense que va a haber otra.
pienso en la bastedad de la inconciencia de muchos, pienso en todos esos desgraciados que fueron al sur a pelear sin saber contra ni para qué y no volvieron.
víctimas tan desaparecidas como mis padres desaparecidos del mismo sistema siniestro e impune, porque yo pienso que está impune casi todo aquello a pesar de lo que se muestre.
sentí que yo era como ese hombre, ese hombre era como yo, ambos habíamos logrado volver con alguna pierna menos de alguna guerra. éramos sobrevivientes.
charlamos hasta que se hizo la hora.
me contó que vivía en la villa 31 con una mujer, (no dijo una, dijo mi) que era soltero, que hasta los 20 vivió en el interior con su familia, padres y hermanos, que la mujer era mayor que el y hacía unos guisos para chuparse los dedos, que lo esperaba levantada hasta que el llegaba...
me dijo que era felíz, cuando me dijo así, como un perfecto burgués despojado de sensibilidad, le pregunté que porqué... me contestó
__porque no me faltaba nada.
eso me dijo aquel hombre golpeado.
__no se que voy a hacer el día que ella me falte, me dice, a lo que me apuré a contestarle por disipar ese color gris con que suele teñirse el futuro en el pensamiento, el suyo y el mío
__ella debe pensar lo mismo de usted, le digo, hay que cuidarse y sobre todo confiar en mañana. el hombre rió sin reir, me miró fijamente a los ojos como lo hacen los que saben decir sin hablar y mientras enciende un pucho me pregunta,
__ ¿a donde dice que viaja?
__ a san nicolas, le conesté
__ y lo espera alguien allá ?
__ una mujer, le contesté.
el hombre se acomodó en su poltrona, miró al andén y dijo
__ ya está por salir, valla no sea cosa que lo pierda...
no me acuerdo bien si dijo lo, o la
continuará tumorrou
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