siempre he sentido un profundo desprecio al escuchar las soberanas idioteces de mal gusto, ficticias, banales, superfluas que de las cosas comunes, cotidianas y aún también las trascendentes suele opinar la burguesía, los burgueses.
odio escuchar lo lo banal de lo que le acontece a la clase burguesa, baja o alta, eso no importa.
también adio la desnuda exposición que hace de lo suyo la clase mas pobre, la prole, el villerio subcidiado.
no quiero saber nada de todos esos lamentos desdentados, tampoco nada quiero saber del engañoso juego de igualdad, fraternidad, y libertad con que manipulan esos lamentos algunos discursos políticos trepados a la cornisa de las soberanas instituciones burguesas que son el aparato de sostén de los gobiernos de la burguesía capitalista,
uff, qué dolor de cabeza tener que volver a pensar en todo esto.
odio todo lo que me duelen sus verdades. no quiero saber nada de las verdades que terminan siendo infames mentiras .
no necesito ni estoy en condiciones de oir nada nada, nada, nada... porque me revuelve el estómago el ver toda esa mugre pegada al lamento silenciado por el alcol, el paco, el ayuno o el porro paraguayo, odio la pobreza innoble desparramada por las calles como si fuera obra de arte, también odio al arte incapaz de decir ni pelear por nada .
naturaleza muerta es toda nuestra pobre naturaleza y me odio a mi mismo por eso.
en el fondo y por debajo de mi postura de desgastado pensador socialanarcomonarquista, conciliador y estetapacifista yo odié desde siempre el despliegue ordinario de la ordinariez en cualquiera de sus formas o clase, eso ha sido algo siempre insoportable, me da repulsa la irreverencia del olor a transpiración ácida y penetrante impregnada en las ropas interiores, los tatuajes deformados y corridos implantados en cualquier parte del cuerpo, los olores fuertes que de las bolsas de basura, los bostezos sostenidos que dejan ver esas cavidades profundas y desdentadas que ya dije y repito y repito y vuelvo a repetir porque no puedo parar de mirarlas y verme en ellas, adentro de ellas... porque no puedo frenar mi necesidad de colarme entero por ellas hasta llegar a lo prohibido que late en todo interior.
es así, todo eso me atrae como si yo fuera parte de ello o ello parte mía, y a los culos villeros agachados los presiento siempre por el olor a mierda seca.
esto lo confieso en soledad, sí, no me atrevería a hacerlo público, esta es mi parte oculta,
me dejo arrastrar por todo lo que me signifique falta
y si en las calles por dónde ando algo sobra por demás, es la falta
entiendo que es algo muy asqueroso que también a mí me da asco, sin embargo todo eso junto ha sido o es, sin lugar a quejas el oculto e imprescindible ornamento litúrgico que necesito cada vez que debo armar la puesta en escena de mis turbios encuentros con elenita en mi pieza de chile y defensa.
no pienso dar detalles, aunque ya he dado bastantes...
he ahí el punto crucial de mi desvelo por elenita, el momento en que todo eso que me repugna y que me puede, de lo que claramente puedo decir que también odio se une amatoriamente, nupcialmente, salvajemente con el cuerpo desnudo y frágil de elenita que me lo cede todo, todo, todo en ese único espacio vital sordo y mudo, del otro lado del marco de la ventana de mi pieza sobre la funda de liencillo del sofá de chile y defensa
ay!, del dolor que me causa este pensar en el olor y el asco uniéndose a la necesidad imperiosa de consumar tantas veces como sea posible y con todas las formas inimaginables el acto supremo... mi encuentro con elenita.
ay! qué soledad tan vacía esa en la que me sumerjo al cabo de las tantas formas del acto supremo.
por puro regodeo burgués hice de un tema sencillo y clásico de clase y de burdel que muy bien pudo haber quedado allí, todo un tema de lucha de poderes, lucha de clases, radicalicé mis sentimientos, hice de lo promiscuo causa de lucha, y lo sufrí.
sentí mucha pena pues me estaba condenando yo mismo. puse a dos bandos, proletariado y burguesía capitalista en un misma fila, una larga fila hacia la guillotina, puse a todos en un mismo pie de igualdad, sobre mis arneses monté mi cólera y armé mi propia revolución francesa, odié tanto a su majestad el vulgo villoso como a su majestad la burguesía civilizada,
todos nos apareamos como ratas de desague llegado el momento.
puse a las dos clases sociales en un mismo escalafón, las desenmascaré, los emparenté, las sentencié, responsabilicé a las dos oscuros bandos por los mismos crímenes y condené a ambas clases a la guillotina total.
guillotiné.
restablecí para mi orden interno el supremo orden que emana de dios; la nobleza.
sin quererlo me estaba convirtiendo en un ser despreciable, clerical, monárquico de grado superlativo, solo de inocencia y de inconciencia total, era ya el máximo burgues, merecía la guillotina
y para no exponer mi cabeza ante el verdugo me permití esperar que pasara la avalancha proletarista y piquetera villosa que avanzaba lentamente desde plaza de mayo por defensa, seguí separando mis esquemas internos del marco de la ventana de chile y defensa que me invitaba como siempre, y dejé que la realidad fluyera sola sin mi censura ni mi observación tendenciosa.
en medio de estas consideraciones a nadie se le ocurriría pensar en partir y menos aún para ayudar al rescate de nadie, y menos del hijo de desaparecidos.
inmovil como una estaca plantada en el banco en que está sentada mafalda sentí desprecio por mí, por ellos, por ellas, por todos.
expuesto a la mirada de los transeúntes que no acababan de sacarse fotos conmigo, me sentí " l anfant sauvage, de troufaut" pero a diferencia de aquel niño salvaje yo estaba mucho mas solo y expuesto.
continuara tumorrou
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