El general dice a lo macho, Rosario dice a
lo mina; ambos instruyen
Para Rosario el tema del forro es algo que, como el fútbol, ha capitalizado el machismo villero, por eso
__por allí andan los cosos esos enforrados
todo el día, mostrando, presumiendo, dice.
Es obvio que a Rosario, aunque tiene a su lado un machista como la gente, nada de eso que está pasando le gusta. Ve en ello una muestra de provocación machista y lo vive como una amenaza,
__ qué se piensan, dice a su marido en la intimidad del lecho conyugal, que el forro es algo de ustedes?, no mijito el forro es algo muy flexible y está más que nada del lado de nosotras, es algo nuestro, es nuestro aliado.
__El forro es como el puto; se monta sobre la chota pero
está siempre del lado de la mujer. Es algo nuestro.
Y allí sale Rosario a manifestar, a proponer algunas cosas a
las viejas y a las pibas de la villa.
Por pura cuestión del pudor propia de una
santa , la doña permaneció atenta al tema pero con la debida distancia, prudente, como lo debe hacer una
reina. No obstante ella todas las noche habla con Rosario del tema
La magia de las ganas, los vigorosos argumentos de la Rosario, el calor traspirado, hormonal de las zonas, el aliento vaginal de todas esas valientes
guerreras, las dispone a resolver forras
contradicciones con sus machos de turno. Disputan con sus hombres la mayordomía en la casa y la tenencia
del forro.
Rosario no es lo que todas ven; una mina desembocada que grita como loca enfurecida,
__ cojan, pero cojan con forro, no sean
forras.
__Sean ustedes y no ellos quienes lleven las muestras a la Plaza o qué se piensan esos. Grita es cierto, pero lo hace como diosa diana dispuesta
a batirse con cuanto pene sin forro le salga al encuentro, no para
doblegarlo, que si se doblega no sirve, sino para ubicarlo y acercarlo a su lugar en el justo marco
de la reflexión, de esa pobre reflexión villera de la que puedan ser capaces,
porque se dice que el macho villero piensa con la cabeza pequeña de abajo y que la otra, la de
arriba la usa solo para ver, chupar, masticar y de vez en cuando gritar un "goool"
con clase
Allí está cada día Rosario parada frente a una multitud de minas deseosas de aprender, con su trofeo en la mano, firme, resuelta como un gladiador triunfante sobre la arena caliente, disponiéndose a hacer el amor con una banana para enseñar,
para que vean, para que sepan como se hace y eso es clase, enseñanza genuina, eso es marchar hacia el camino de un sexo consciente y seguro. La dulce banana es fruta y seña sobre la que Rosario desliza suavemente el lubricado forro.
__se hace así repite y lo hace con las manos primero y luego con la boca, y al final de la clase se come la banana y cada vieja, cada pendeja repite el ejercicio y al final se come la banana
__ es tan rica en potasio, dice la doña,
que aunque con esa su prudente distancia también se come su banana
Nada es lo que; Rosario está dando verdaderas clases de educación sexual que a muchos sexólogos y especialistas les quedarían más que apretadas.
En medio de una de las acaloradas muestras una de las chicas grita y hace
estallar a las otras en vivas y coritos, como si estuvieran en un recital de la Lady Gaga
__Sos una genia¡¡¡ dale Rosi, hacelo otra vez¡
No existe la manera de hacer ver a ciencia cierta todo lo que aconteció en aquellas emblemáticas clases. Pronto se fueron arrimando también hombres y niños para ver y oir como eran esas clases de las que toda mujer hablaba. Eran los comienzos de la Escuela Villera
Sus alumnas pasaban de la atención inmutable a la risa desmedida que tiene todo villero, y
después a los gritos histéricos, hasta
que por fin se armaban unos desconches totales que terminaban en aplausos y vivas que fueron memorables; con viejas, pibas y tipos, todos tirados
por el suelo matándose de la risa y probando a enfundar bananas con la boca.
__ Vieron chicas¡, ahora vallan y háganle
entender a los cosos esos que el forro es algo nuestro y que una buena enfundada
es verdadera prueba de amor, ¿les queda
claro?, y si así y todo alguno se niega a usar forro, entonces les queda un
último recurso; mandarlo a la mierda y buscarse otro chavón. Ah¡, ( agrega convencida de que la prohibición induce a la transgresión, de que es cosa imposible que una mujer no le valla con el cuento de lo
vivido a otra)
__ y les prohíbo contarle a otra ninguna de estas
cosas que son cosas de nosotras que venimos y estamos, si¡? y con eso a la clase siguiente se le duplicaba el número de asistentes.
Y esta determinación plena de audacia y
gracia fue otra gran Señal.
Hubo en la villa algunos siniestros personajes que a resultas de lo visto adoptaron actitudes más que amenazantes contra sus mujercitas, pero esto no las doblegó, hicieron sus mujeres lo qué debían hacer, los denunciaron y las brigadas acostumbradas a cuidar que nadie cruce el muro (alambre), conocedoras de cómo hacer entrar en razones al irracional malparido que no entra por la vía natural, expertas en el arte de la persuasión, conscientes de que la villa todavía no cuenta con una Siberia propia ni con un carguero trans siberiano, tomó medidas e hizo lo suyo.
Al poco tiempo hasta los chaboncitos más atrevidos cebaban el mate a sus chabonas. Fue esta otra Gran Señal
No hay comentarios:
Publicar un comentario